Hoy comienza un nuevo año y unos a otros nos deseamos sinceramente todas las bendiciones: buena salud, bienestar, armonía en la familia, felicidad... y todo lo hermoso que nos pueda traer el año que iniciamos.
Este día, al celebrar la fiesta de María, como Madre de Dios, le confiamos con insistencia nuestros deseos y plegarias por una paz y armonía profunda y duradera, ya que Ella nos dio a su amor máximo representado en ti, que eres Príncipe de la Paz.
Que nuestro sentido de reconciliación y unidad, de perdón y aceptación mutua, sea propicia y encontremos verdaderamente la paz que pueda crecer en nuestros corazones, en nuestros hogares.
Señor, que este año sea para todos nosotros un año de gracia, de paz y de alegría, para que podamos afrontar el futuro con esperanza y vivamos en tu amor. Que tu santa bendición nos acompañe y nuestra confianza en ti sean la guía del camino que comenzamos a recorrer y que sea tu amor misericordioso el que nos haga participes de la misma bendición a los Israelitas: “El Señor te bendiga, te guarde y te acompañe ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor”. Al iniciar este año celebrando a nuestra madre santísima y con la bendición el nombre del Padre y del Hijo, pidámosle a Dios que nos bendiga y nos proteja, que haga resplandecer su rostro sobre nosotros y nos conceda su favor, que nos mire con benevolencia y nos conceda la paz.
UN MUY FELIZ Y ESPERANZADOR INICIO DE AÑO.
PALABRAS DEL SANTO PADRE
Hoy el Evangelio nos revela que la grandeza de María no consiste en realizar algún hecho extraordinario, sino que, mientras los pastores se apresuran a Belén tras haber recibido el anuncio de los ángeles, (cf. Lc 2,15-16), ella permanece en silencio. El silencio de la Madre es un rasgo hermoso. No es una simple ausencia de palabras, sino un silencio lleno de asombro y de adoración por las maravillas que Dios realiza. San Lucas observa que "María guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón" (2,19). De este modo, hace un lugar en su interior para Aquel que ha nacido; en silencio y adoración, pone a Jesús en el centro y da testimonio de Él como Salvador. María, la Madre del silencio; María, la Madre de la adoración. Así, es Madre no sólo porque llevó a Jesús en su seno y lo dio a luz, sino porque lo da a luz, sin ocupar su lugar. Ella permanecerá en silencio incluso bajo la cruz, en la hora más oscura, y seguirá haciéndole un lugar y engendrándolo para nosotros. Un religioso y poeta del siglo XX escribió: "Virgen, catedral del silencio / [...] tú llevas nuestra carne al paraíso / y a Dios en la carne" (D.M. TUROLDO, Laudario alla Vergine. "Via pulchritudinis", Bolonia 1980, 35). “Catedral del silencio”: es una bella imagen. Con su silencio y humildad, María es la primera "catedral" de Dios, el lugar donde Él y el hombre pueden encontrarse. Pero también nuestras madres, con sus cuidados ocultos, con sus desvelos, son a menudo magníficas catedrales del silencio. Nos traen al mundo y luego continúan acompañándonos, muchas veces sin que nos demos cuenta, para que podamos crecer. Recordémoslo: el amor nunca sofoca, el amor hace un lugar para el otro. El amor nos hace crecer. Hermanos y hermanas, al comienzo del nuevo año miremos a María y, con corazón agradecido, pensemos y miremos también a las madres, para aprender ese amor que se cultiva sobre todo en el silencio, que sabe dar espacio a los demás, respetando su dignidad, dejándolos libres para expresarse, rechazando toda forma de posesión, opresión y violencia. Hoy tenemos tanta necesidad de esto, ¡tanta! ¡Tanta necesidad de silencio para escucharnos! (Ángelus, 1 de enero de 2024)