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18-jul.-2025, viernes de la 14.ª semana del T. O.

«Misericordia quiero y no sacrificios»

Último día laboral de esta semana que nos has regalado y por la que te damos gracias sabiendo que ha sido maravillosa por todo lo conseguido, en medio de satisfacciones y algunos obstáculos presentados. 

Señor, Tú quieres que busquemos seguridad no observando la letra de la ley, sino buscando la inseguridad de comprometernos en favor tuyo y de los hermanos, con actitud de misericordia y servicio. Danos valor para arriesgarnos, y, como Tú sacrificarnos, entregándonos a ti a través de nuestros hermanos necesitados, tomando parte en sus tristezas y alegrías, para que les conozcamos y sirvamos como Tú nos conoces y nos sirves a nosotros. Gracias por hacernos partícipes de tu vida en generosidad y humildad, y por no permitir que nuestro apego a lo que no tiene sentido nos aparte del verdadero amor. Ayúdanos a vivir este día último de la semana, con entusiasmo y alegría, y ante todo siguiendo tu palabra: «Misericordia quiero y no sacrificios». Permítenos ver con los ojos del corazón —que son tus mismos ojos—, tener tus manos extendidas en nuestras manos para ayudar a levantar al caído y sostener al débil; tus pies en nuestros pies, para que vayamos al encuentro del triste y solitario y vivamos así la armonía y solidaridad que tú nos pides, como verdaderos discípulos tuyos. Amén. 

En el santo regazo de Nuestra Madre Celestial nos colocamos y en su manto sagrado nos protegemos. 

Feliz y santo fin de semana y un anhelado viernes lleno de satisfacciones.

PALABRAS DEL PAPA

Hay que recordar la respuesta que dio Jesús a los fariseos que reprobaban a sus discípulos el que arrancasen las espigas de los campos llenos de grano para comérselas en día de sábado, violando así la Ley mosaica. Primero Jesús les cita el ejemplo de David y de sus compañeros, que no dudaron en comer los “panes de la proposición” para quitarse el hambre, y el de los sacerdotes que el día de sábado no observan la ley del descanso porque desempeñan las funciones en el templo. Después concluye con dos afirmaciones perentorias, inauditas para los fariseos: “Pues yo os digo, que lo que hay aquí es más grande que el templo...”; y “El Hijo del Hombre es señor del sábado” (Mt 12, 6, 8; cf. Mc 2, 27-28). Son declaraciones que revelan con toda claridad la conciencia que Jesús tenía de su autoridad divina. El que se definiera “como superior al templo” era una alusión bastante clara a su trascendencia divina. Y proclamarse “señor del sábado”, o sea, de una Ley dada por Dios mismo a Israel, era la proclamación abierta de la propia autoridad como cabeza del reino mesiánico y promulgador de la nueva Ley. No se trataba, pues, de simples derogaciones de la Ley mosaica, admitidas también por los rabinos en casos muy restringidos, sino de una reintegración, de un complemento y de una renovación que Jesús enuncia como inacabables: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Mt 24, 35). Lo que viene de Dios es eterno, como eterno es Dios. (San Juan Pablo II – Audiencia general, 14 de octubre de 1987)

Autor:
José Hernando Gómez Ojeda, pbro.