El proyecto tiene como objetivo promover un sistema de trabajo en red en favor de la humanización y atención integral a las personas en situación de habitabilidad de la calle donde se articulen las diferentes iniciativas existentes en la Arquidiócesis de Bogotá.
La predilección de Dios por los pobres
Algunos versos del Antiguo Testamento sirven para recordar la responsabilidad universal ante el sufrimiento de los pobres y la gravedad de no atender sus sufrimientos: «No rechaces al suplicante atribulado, ni apartes tu rostro del pobre. No apartes del mendigo tus ojos, ni des a nadie ocasión de maldecirte. Pues si maldice en la amargura de su alma, su Hacedor escuchará su imprecación.» (Eclo. 4, 4-6).
El juicio de Dios es contundente con el inmisericorde; pero si la crueldad se realiza contra el débil, el juicio de Dios es fatal: «No robes al pobre porque es impotente; no atropelles al débil en los tribunales; porque el Señor defiende su causa y quitará la vida a los despojadores» (Prov. 22,23). El Papa Francisco señala la gravedad de robar al pobre: "Los alimentos que se tiran a la basura son alimentos que se roban de la mesa del pobre, del que tiene hambre"
Es malo no atender el clamor del prójimo, pero la gravedad es mayor cuando se trata del pobre e infeliz. Porque si todo lo que se hace a un hombre toca de lleno a Dios, mucho más cuando se trata de Sus predilectos. Hacerles bien es el mejor bien a Dios; cuidarlos es el mejor cuidado a Él.
La llamada de Jesús
Desde el comienzo de su ministerio en Galilea, Jesús anuncia la llegada del reino de Dios y se dirige en primer lugar a los pobres para quienes este anuncio se convierte en buena noticia «El Espíritu del Señor está sobre mí y me ha ungido para que dé la buena noticia a los pobres». (Lc 4,18). De esta manera Jesús manifiesta que el reino de Dios pertenece, a los desposeídos, a los hombres y mujeres indigentes, los indefensos, víctimas de la opresión, incapaces de defender sus derechos, gentes a las que nadie hace justicia, personas para las que no hay sitio en las estructuras sociales ni en el corazón de la mayoría de los hombres y mujeres, y Dios Padre hace justicia a aquellos a quienes nadie la hace (Sal 72.12-14.146,7-10). Jesús desenmascaró el poder deshumanizador encerrado en las riquezas. Para Jesús, las cosas materiales son buenas y los hombres deben disfrutarlas como un regalo de Dios. Pero grita con firmeza que no es posible entrar en la dinámica del Reino de Dios y vivir esclavo de las riquezas. Toda riqueza que el hombre acapara para sí mismo, sin necesidad es injusta (Lc 16,9) porque está privando a otros de lo que necesitan. El Padre, que ama a todos los hombres, no puede reinar en la vida de quien vive dominado por el dinero: «No podéis servir a Dios y al dinero» (Lc 16,13).
La cercanía de Jesús a los pobres es la cercanía misericordiosa del Padre a quien el salmista llama “Padre de Huérfanos, defensor de viudas” (Sal. 68,5). Así, Jesús se acerca a las gentes desorientadas, hundidas en el dolor, abandonadas, asume la vida de su pueblo, nace, vive y muere pobre, enseña a sus discípulos la pobreza y los envía pobres en medio de los pobres sin nada para el camino, ni bastón, ni alforja, ni pan, ni dinero, ni túnica de repuesto (Lc 9,3).
La llamada del Papa Francisco
El Papa Francisco ha sacudido la conciencia de la Iglesia y dirigido su enfoque evangélico hacia el compromiso con los pobres, los predilectos del Señor. Los pobres que además de ser una preocupación del Evangelio, indican a toda la Iglesia, empezando por el Papa la necesidad de vivir en austeridad, en humildad, en solidaridad. De allí que el Santo Padre convoque a la Iglesia a ser una Iglesia pobre y para los pobres. Y los énfasis que pone al hablar de teología de la pobreza indican que el compromiso con los pobres no es una decisión sujeta a ideologías sino que la pobreza está en el centro del Evangelio y si se eliminara de allí, no se entendería nada del mensaje de Jesús".
El Papa exhorta continuamente a llevar la fe hasta los bolsillos, a ser generosos, a asumir como propia la pobreza de los más frágiles, de los desplazados, de los inmigrantes, de los refugiados, de los habitantes de la calle.
También los Papas antecesores dejaron un muy rico legado en materia de Doctrina social de la Iglesia y la llamada a la opción preferencial por los pobres ha sido una línea determinante de la acción evangelizadora de la Iglesia. En continuidad con las encíclicas sociales del Papa Juan Pablo II, y del Papa Benedicto XVI y su conocida encíclica social Caritas in Veritate, el camino emprendido por el Papa Francisco entusiasma en la novedosa comprensión de la misericordia con fundamento en la vida de Jesús y como expresión de la vocación de la Iglesia a ser servidora; amén de las diferentes asambleas del episcopado Latinoamericano y del Caribe que, sensibles a la pobreza de estos pueblos y conscientes de la llamada del Señor, han invitado con insistencia a vivir cerca de los pobres con los pobres y al servicio de los pobres para hacer presente el amor de Cristo.
El Jubileo extraordinario de la misericordia
En una frase de la Bula Misericordiae Vultus, el Papa Francisco recogió su intención al anunciar el Jubileo extraordinario de la misericordia: “Hay momentos en los que de un modo mucho más intenso estamos llamados a tener la mirada fija en la misericordia para poder ser también nosotros mismos signo eficaz del obrar del Padre.” El jubileo es un tiempo propicio para que la Iglesia, haga más fuerte y eficaz el testimonio de los creyentes (3). El documento hace énfasis en dos variables que concretan la misericordia del Padre que a su vez se convierten en las grandes tareas de la Iglesia: En primer lugar el perdón que revela el amor visceral del Padre por el pecador a quien llama a la conversión y recoge de su indigencia y salva; y en segundo lugar la misericordia hecha compasión y ayuda material a los más necesitados.
Si la misericordia es, como afirma el Papa, “la viga maestra que sostiene la vida de la Iglesia” (10), no darle su lugar predominante en la tarea evangelizadora es dar crédito a una debilidad de orden estructural en la que el perdón queda sólo en una vida estéril e infecunda y el servicio queda en el nivel de lo realizado por una ONG piadosa. Por el contrario, cuando «La Iglesia vive una vida auténtica, cuando profesa y proclama la misericordia – el atributo más estupendo del Creador y del Redentor – y cuando acerca a los hombres a las fuentes de la misericordia del Salvador, de las que es depositaria y dispensadora» (Dives in misericordia 11), entonces rencuentra su horizonte y cumple con la voluntad de su Fundador.
El Plan de Evangelización Arquidiocesano
La Iglesia misericordiosa indefectiblemente hace de la ciudad, ciudad de misericordia. En cada uno de sus miembros, la encarnación de la misericordia se convierte en levadura que fermenta la masa transformando la sociedad desde dentro; pero esta encarnación exige al menos dos cualidades de base: Por una parte, la sensibilidad del buen Samaritano (Lc 10, 25-37) que pone por encima de su programa, la necesidad del herido del camino a quien es necesario atender de manera prioritaria porque su necesidad no amerita espera. Y por otra parte “la particular capacidad de reunir. Convocar, juntar caminos, deshacer rigideces de pensamiento y de actitud, sentir con los demás, caminar –y trabajar- con los demás con su condición humana” (Plan E, documento 5, p. 74-75), lo que significa ir más allá de la sensibilidad ante el sufrimiento y entrar en disposición de asociarse para trabajar y ser, de esta manera signo de la comunión y de la unidad que realiza el Espíritu que anima la vida de la Iglesia.