Bendito seas, Señor, por el amor con el que bendices este día y nos das ocasión de poderte servir en nuestros hermanos. Señor, aunque ningún ángel anunció nuestro nacimiento, sabemos que tú nos amabas aun antes de haber nacido y que tú nos llamas ahora a preparar tu venida más plena en medio de nosotros. Revela tu fuerza en nuestra debilidad, conserva viva nuestra esperanza, para que sepamos vencer todos los obstáculos que se presentan en nuestro diario vivir. Como Sansón y Juan Bautista cólmanos de bendiciones y realiza maravillas en nosotros.
Navidad está ya cerca, que nuestras oraciones se vuelvan más insistentes, para que nos entreguemos con mayor entusiasmo a llevar tu amor, tu bondad y tu calor de amor a nuestros hermanos. Amén.
Feliz y bendecido viernes, cuarto día de novena.
“Está cerca nuestra salvación”.
Palabra del Papa
¿De dónde viene esta vida, esta interioridad tan fuerte, tan recta, tan coherente, gastada así completamente por Dios, y preparar el camino para Jesús? La respuesta es simple: de la relación con Dios, de la oración, que es el hilo conductor de toda su existencia. Juan es el don divino por mucho tiempo invocado por sus padres, Zacarías e Isabel; un don inmenso, humanamente inesperado, porque ambos eran de edad avanzada y Isabel era estéril; pero nada es imposible para Dios.
El anuncio de este nacimiento se produce en el lugar de la oración, en el templo de Jerusalén, es más, sucede cuando a Zacarías le toca el gran privilegio de entrar en el lugar santísimo del templo para quemar incienso al Señor. También el nacimiento de Juan el Bautista estuvo marcado por la oración: el canto de gozo, de alabanza y de acción de gracias que Zacarías eleva al Señor, y que recitamos cada mañana en los Laudes, el "Benedictus", exalta la acción de Dios en la historia y muestra proféticamente la misión de su hijo Juan: preceder al Hijo de Dios hecho carne, para preparar sus caminos. Toda la existencia del Precursor de Jesús es alimentada por una relación con Dios, especialmente el tiempo de permanencia en el desierto. (Homilía de Benedicto XVI, 29 de agosto de 2012).
ORACIÓN
Dios de lo imposible, Padre de la misericordia, te alabamos por tu siervo Zacarías y la promesa del nacimiento de Juan, quien prepararía el camino para tu Hijo.
Señor, reconocemos en Zacarías nuestra propia tendencia a dudar cuando tu promesa parece exceder nuestras capacidades humanas, nuestra edad o nuestras circunstancias. Te pedimos perdón por los momentos en que hemos dudado de tu poder.
Te rogamos que, como Juan, seamos llenos del Espíritu Santo desde el vientre de nuestras vidas, dedicados a enderezar los senderos para la venida de Cristo.
Reflexión del Evangelio escrita por Juan Lara, miembro de Vivir en Cristo
Zacarías e Isabel eran justos a los ojos de Dios y de edad avanzada. Nos dice la Palabra que Zacarías servía en el templo como sacerdote, cuando el ángel del Señor se le aparece cara a cara. Al verlo, Zacarías se asusta, pero el ángel le dice: ‘no temas, Zacarías, porque tu súplica ha sido escuchada’. El ángel le estaba anunciando a Zacarías que su mujer le daría el hijo que juntos habían anhelado.
Dios siempre cumple los anhelos del corazón cuando sabe que lo que deseamos tendrá un propósito superior. El Señor escuchó la súplica de Zacarías. ¿Te puedes imaginar cuánto tiempo de su vida se habría pasado Zacarías, orando y suplicando por ese deseo en su corazón de tener un hijo con Isabel? ¿Habrá tenido Zacarías idea de lo que Dios tenía destinado para su hijo Juan? Yo creo que no.
Zacarías e Isabel debieron haber pasado mucho tiempo orando por el deseo de su corazón, tanto así que, el día que el Señor respondió a su oración, Zacarías dudó: ‘¿cómo podré estar seguro de esto?’, se preguntaba, y eso mismo nos pasa a nosotros. Primero, no tenemos claro el propósito y al paso del tiempo, al no tener respuesta, dudamos.
Debemos recordar que los tiempos y los pensamientos del Señor son infinitamente diferentes a los de nosotros. Bien dicen que la oración no se trata de pedir al Señor que cambie las cosas o las haga a nuestro modo, sino que se trata de pedirle que cambie nuestro corazón y nos ayude a aceptar su voluntad y el propósito que Él tiene para nosotros.
Por eso es tan importante llevar una vida de oración profunda, no solo para pedir, sino para que Él nos ayude a entender con claridad el propósito. A veces nos damos por vencidos porque tarda y creemos que la respuesta de Dios es no, cuando quizá lo que Dios nos está diciendo es: todavía no; sigue orando, no te rindas.
Pregunta:
¿Qué promesas de Dios siento que han tardado demasiado en cumplirse en mi vida?
Cita bíblica del día:

