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20-dic.-2025, sábado de la 3.ª semana de Adviento

María es la madre de la esperanza, la imagen más expresiva de la esperanza cristiana. (...) comenzando por el «sí» en el momento de la anunciación.

Alegre despertar de este día que nos regalas, Señor, para vivirlo en plenitud, en felicidad, pero —ante todo— para compartirlo con nuestros hermanos. Señor, El Padre celestial dirigió su palabra a María y ella la aceptó prontamente con fe, te entrego a Ti como Hijo y ella te entregó generosamente a todos nosotros. Que tu Buena Noticia, mueva nuestros corazones, para que podamos compartirla con todos como mensaje liberador y esperanzador. Nuestro Padre no sólo dirigió su palabra, sino que encomendó otra misión: ponerle nombre a la vida que nacía en ella: «Le pondrás por nombre Jesús». Pero no sólo ponerte nombre, sino confiarse en la misión de darte vida, de educarte, de acompañarte, de amarte. No todo sería color de rosas. Aunque ella estaba llena de la gracia de Dios, el sacrificio sería grande: te conduciría a Egipto como un migrante para evitar la muerte; te conduciría al pie de la cruz. María, no evitó el dolor de su misión, todo por darte la vida. Transformó su vida para que Tú hicieras historia con tu vida. María no perdió la esperanza porque el proyecto de Dios y su promesa se cumple. Donde ella veía dolor e incomprensión presentaba tu amor, reconciliación y paz. Su dolor era el sacrificio que el amor supondría, su dolor donde los pecados eran perdonados, su dolor era el sacrificio donde la paz se daría. A cambio la gracia, el amor, la gloria, la bondad y la misericordia llegaron a Ella y hoy a nosotros. 

Gracias, Madre, porque con tu «sí» nos das alegría y esperanza para cumplir también la voluntad del Padre celestial y alegrarnos en tus palabras: «Aquí está la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra». Amén. 

Un muy feliz y esperanzador fin semana, quinto día de novena. Abrazos.

“Ven Señor Jesús a salvarnos”. 

Palabra del Papa

La voluntad de Dios es la ley suprema que establece la verdadera pertenencia a Él. María instaura un vínculo de parentesco con Jesús antes aún de darle a luz: se convierte en discípula y madre de su Hijo en el momento en que acoge las palabras del Ángel y dice: «He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra». Este «“hágase» no es sólo aceptación, sino también apertura confiada al futuro. ¡Este «hágase» es esperanza! María es la madre de la esperanza, la imagen más expresiva de la esperanza cristiana. Toda su vida es un conjunto de actitudes de esperanza, comenzando por el «sí» en el momento de la anunciación. María no sabía cómo podría llegar a ser madre, pero confió totalmente.» (Papa Francisco, 21 de noviembre de 2013).

ORACIÓN 

Señor, al meditar en el «Sí» de María, te pedimos que nos concedas la misma humildad y docilidad para escuchar tu voz en medio de nuestra vida cotidiana. Ayúdanos a creer en lo que parece imposible para la razón humana, confiando en que para Ti no hay nada imposible.

Que la presencia del Espíritu Santo, que cubrió a María, nos santifique y nos prepare para recibir a Jesús en esta Navidad. Que imitemos su fe inquebrantable y su amor incondicional. Amén. 

Reflexión del Evangelio, P. Luis Alberto Tirado Becerril, misionero del Espíritu Santo

Yo soy la esclava del Señor, cúmplase en mí lo que me has dicho. María, la llena de gracia, es la misma que dice sí al proyecto que Dios le presenta a través del ángel, es la misma que se reconoce, se hace y se asume esclava del Señor; es decir, que decide ponerse al servicio de la voluntad del Todopoderoso.

Y por el ‘sí’ de María, por ese ‘cúmplase en mí’ o ‘hágase en mí’ lo que Dios ha dicho, todas las gracias de salvación que nos trae Jesús han venido al mundo, pues en Cristo, están todas esas gracias y María, por voluntad divina, ha sido el conducto o el medio para que Cristo viniese al mundo.

Pero el sí de María, fue dicho con las entrañas, fue dicho desde la profundidad del alma. Ese ‘hágase en mí’, fue dicho con todo su ser. En ella ningún pensamiento, ningún sentimiento, ninguna área o dimensión dijo no, a pesar del miedo o el desconcierto, nada en ella se opuso al plan de Dios.

Que, en este camino hacia la celebración de la Navidad, puedas entrenarte en decirle sí y siempre sí a Dios; que, en la oración del Padre nuestro, puedas decir ese ‘hágase’ cada vez con mayor conciencia y que ese ‘hágase tu voluntad’ pueda ir permeando todas tus decisiones, todas tus relaciones, tu presente y tu futuro y el futuro de quienes amas o te rodean. 

Ve practicando, para que cuando lleguen los momentos trascendentales de tu vida busques siempre la voluntad de Dios y no la tuya, y cuando Dios te dé una misión, tengas la fuerza, el deseo y el valor de decirle siempre ‘sí’. 

 

Autor:
José Hernando Gómez Ojeda, pbro.