En el alegre despertar del último día laboral de nuestra semana lo único que tenemos en nuestro corazón es darte gracias por el don de la vida y la salud con la que hemos despertado en esta mañana, un amanecer esperanzador para vivirlo al lado de nuestros hermanos.
Gracias, Señor, por el ejemplo y el testimonio de esas mujeres de las que se nos habla hoy en tu palabra: liberadas y sanadas te siguen a ti, te sirven, ponen al servicio de la proclamación de tu palabra todo lo que tienen; su presencia junto al grupo de los doce, demuestran un verdadero sentido de acogida y hospitalidad hacia cada persona.
Gracias, Señor, por enseñarnos lo que significa servir a los demás y servir incondicionalmente. Un ejemplo grande lo tenemos en estos santos mártires Andrés Kim Tae-Gon, Pablo Chong Ha-Sang y compañeros, porque ellos valientemente introdujeron la fe cristiana en Corea —más o menos en el siglo XVII— y formaron una vigorosa comunidad de la que brotaron 103 mártires durante tres épocas de persecución, entre los cuales se destacan Andrés Kim, primer sacerdote y celoso pastor, y Pablo Chong, insigne apóstol laico. Andrés Kim alcanzó a decir antes de morir: “Es por él, que yo, muero. Mi vida inmortal está en su punto inicial, conviértanse al cristianismo si desean la felicidad”. Siguiendo estos ejemplos de sacrificio de entrega y de disponibilidad, sentimos la alegría de seguirte como verdaderos discípulos. Gracias, Señor, porque sabremos en este día que tú estarás a nuestro lado y nos inspirarás palabras de esperanza. Amén.
Un muy feliz viernes de servicio y de testimonio.
PALABRAS DEL SANTO PADRE
La especificidad insustituible de la contribución femenina al bien común es innegable. Lo vemos ya en la Sagrada Escritura, donde a menudo son las mujeres las que determinan importantes puntos de inflexión en momentos decisivos de la historia de la salvación. Pensemos en Sara, Rebeca, Judit, Susana, Rut, para culminar con María y las mujeres que siguieron a Jesús incluso bajo la cruz, donde notamos que de los hombres quedó sólo Juan, los otros se fueron todos. Las valientes estaban ahí: las mujeres. En la historia de la Iglesia, además, pensemos en figuras como Catalina de Siena, Josefina Bakhita, Edith Stein, Teresa de Calcuta y también en las mujeres “de la puerta de al lado”, que con tanto heroísmo llevan adelante matrimonios difíciles, hijos con problemas... La heroicidad de las mujeres. Más allá de los estereotipos de un cierto estilo hagiográfico, son personas impresionantes por su determinación, valentía, fidelidad, capacidad de sufrir y transmitir alegría, honestidad, humildad, tenacidad. Nuestra historia está literalmente repleta de mujeres así, tanto de famosas, como de desconocidas —¡pero no para Dios!— que llevan adelante el camino de las familias, de las sociedades y de la Iglesia. Como escribían los Padres del Concilio Vaticano II, podemos decir que «en este momento en que la humanidad conoce una mutación tan profunda las mujeres […] pueden ayudar tanto a que la humanidad no decaiga». (Discurso a los participantes en un encuentro organizado por la Strategic Alliance of Catholic Research Universities y de la Fundación Centesimus Annus Pro Pontefice, 11 de marzo de 2023)